viernes, 12 de agosto de 2016

Balance


Cuando llegamos a un punto en el cual realizamos un balance y el resultado es que ya no nos queda nada que a aportar, que lo hemos invertido y perdido todo, lo más conveniente, lo más sano  es aceptar que no debemos hipotecar nuestro ser anclándonos a una situación que ya no tiene razón de ser.

Muchas veces por amor, por miedo, por esperanza, por resignación nos quedamos atados a un estado de vida que nos roba nuestras fuerzas, que nos hace respirar cortado, que nos hace brotar lágrimas de forma involuntaria, mientras probablemente nos cuestionamos: ¿Qué estoy haciendo todavía aquí? Cualquier persona normal hubiese lanzado la toalla hace siglos, y yo todavía estoy aquí ¿Qué es lo que hace que yo permita para mi vida esta tortura? Llegamos a pensar inclusive que lo merecemos debido a nuestras acciones

En fin, nos ahogamos en un vacío doloroso, silencioso y alargamos la toma de decisión que nos liberará de toda la tortura que padecemos.

Decir adiós es crecer

Solo nosotros tenemos en nuestras manos la posibilidad de dar a nuestra vida lo que merecemos, y esto es clave, puesto que someternos a situaciones de sufrimiento refleja nuestras creencias más profundas, cuáles son los conceptos que tenemos del amor, qué creemos merecer, cómo creemos que vamos a crecer como personas, cuál es nuestro papel en una relación, inclusive cómo fue la relación de nuestros padres, son parte de las creencias que determinan el tipo de relación que buscamos y atraemos.

A partir del momento en el cual nos demos cuenta de que nuestras relaciones buenas o malas las generamos a partir de lo que hemos construido en nuestra mente, podremos tomar decisiones que nos beneficien, empezando por alejarnos de situaciones que no nos favorecen y continuando con realizar un análisis de nuestro interior, intentando descubrir esas raíces, intentando descifrar nuestra mente y nuestros pensamientos, tratando de hacer que nuestra mente trabaje para nosotros y no en nuestra contra.

Si estamos sufriendo, nos sentimos menospreciados, humillados, utilizados o en cualquier estado donde nuestro ser se tambalee, debemos nosotros mismos darnos nuestro lugar y el lugar que merecemos, pues independientemente de lo que estemos creando, nos merecemos el mejor lugar posible, ese que nos genere paz, tranquilidad, que nos provea de amor, de caricias, de atención, de solidaridad, de espacio, de tiempo, donde crezcamos a través del amor.

Eso es lo que merece cualquier persona en el mundo, nadie es la excepción.

Así que despídete de lo que te hace daño, dile adiós a eso que sabes que te hace sufrir, a lo que no alimenta tu espíritu y no te deja avanzar, a esa persona que ha dejado de apreciarte, a ese trabajo en donde te has estancado, a ese lugar al que sientes que ya no perteneces o peor aún al cual nunca perteneciste, dile adiós a todo pensamiento que vaya en tu contra, que justifique cualquier situación de dolor.
Di adiós con la consciencia plena de que es lo mejor para ti y solo da vuelta para ver tu crecimiento, tu principal motivo, siempre debes ser Tú.






No hay comentarios:

Publicar un comentario