viernes, 22 de julio de 2016

Callar


Muchos de nosotros tendemos a guardar en nuestro interior palabras, hechos o sentimientos que a la larga se van acumulando y haciéndose muy perjudiciales.
El motivo principal por el cual callamos nuestra voz, nuestros sentimientos, nuestras ideas es por miedo, a lastimar, a no ser aceptados o a que nos lastimen.

Aunque deberíamos acostumbrarnos a decir las cosas, a exteriorizar nuestros pensamientos y sentimientos, a no ocultarlos en nuestro interior.
En muchas ocasiones es más prudente callar, bien sea porque represente un desperdicio de tiempo y energía decirlo, porque la persona no es la indicada o porque nuestras palabras nos traerán más incomodidades que nuestro silencio.

Nos gustaría que lo que decimos cayera en el olvido, pero lo que no decimos se nos acumula en el cuerpo, nos llena el alma de gritos mudos, se transforma en insomnio, nostalgia, tristeza, frustración, en definitiva en una deuda que si no pagamos nos causa tanto dolor que podemos no sanar.

Debemos armarnos de valor para decir lo que pensamos y sentimos, dar nuestra opinión o pronunciar esas palabras que siempre hemos deseado decir: te amo, te perdono, te extraño, lo siento, me hiciste daño o eso no era un juego para mí son algunas expresiones que pueden quedarse en nuestra alma sin poder salir y generarnos a la larga una cantidad de emociones y sentimientos reprimidos que como toda cosa que no fluye se acaba estancando y nos acaba haciendo daño.

No hay peor energía que la del estancamiento, puede ser que no nos atrevamos a decir algo, a pronunciar alguna palabra o afrontar una determinada situación, pero no podemos permitirnos acumular esto en nuestro interior, debemos soltarlo.
Si resulta muy complicado para nosotros ver a alguien a los ojos y decirle lo que muy internamente queremos transmitirle, podemos escribirlo aunque nunca lo leamos en voz alta, pero al menos lo dejaremos fluir.

Tenemos miedo de hacernos daño y nos hacemos daño con tanto miedo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario