miércoles, 26 de abril de 2017

Explicación

No hay peor despedida que la que nunca tuvo explicación

Hay muchos tipos de finales unos que nunca llegan, otros que se repiten, hay finales con nuevos comienzos, comienzos con finales escritos, hay finales felices y otras veces difíciles, y los hay también de los que llegan sin avisar, sin una explicación, sin que te dé tiempo a decir adiós.
Este último es el más desleal, egoísta y doloroso
Ese en el que el silencio es la última palabra y tu imaginación la única conocedora de una explicación

Las mejores cosas suelen llegar a nuestra vida por casualidad, las bienvenidas siempre son casuales y rara vez buscamos una explicación, nos conformamos con creer que ha sido cosa del destino o pura coincidencia. Pero cuando alguien se va, cuando llega la despedida, necesitamos verla, escucharla y sentirla para creerla, pero, sobre todo, necesitamos entenderla. Y es el ¿por qué? la pregunta cuya respuesta buscamos sin cesar, convirtiéndola en la única salida, en el único camino posible para seguir avanzando sin mirar atrás.

Hay personas que son capaces de matarte con sus silencios, te entierran, te dejan si un adiós, ni si quiera un “lo siento, ya no te amo” o “no fuiste lo que esperaba”, o simplemente un esto ya no puede continuar.
Pero, si hubo algo bonito ¿por qué estropearlo con un final tan absurdo? Por qué terminar todo así, a lo cobarde, con lo fácil que es decir “he sido feliz”, pero se acabo.

Todos sabemos que todo principio tiene un final pero el hecho de una despedida sin explicación es una actitud agresiva y cobarde, ya que generalmente las explicaciones en medio de un estado de desorden emocional no suelen ser positivas, y además el que se marcha no quiere que lo detengan.

Siempre pedimos una respuesta, siempre queremos controlarlo todo, buscar el por qué de lo que pasó y es que para nadie es agradable sentirse desechado sin ningún motivo.

Es verdad que tenemos la mala costumbre de buscar siempre explicaciones racionales, pero si buscamos más allá nos daremos cuenta que hay señales que anuncian una despedida.

Y aunque no hay adiós más triste que el que no se dice, ni se explica, ni se entiende, la verdad es que nunca es buen momento para decir adiós, pero siempre, es necesario.

Cuando decimos y aceptamos el adiós, cerramos una puerta para abrir otra que permitirá la entrada a otras cosas positivas en nuestras vidas.

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