Jamás llegaré a merecer tu mirada de infinita admiración y amor desinteresado.
Nunca, en mi condición de humana, seré capaz de ser la gran persona que tú crees que soy, porque, ni aunque naciese dos veces, sería yo capaz de tener tu capacidad de amor, de sacrificio y de entrega.
Aún así, desde mi infinita inferioridad, estoy segura de que hay algo que sí que puedo prometerte:
Yo te prometo, que serás mi prioridad en todos y cada uno de mis disas. No habrá excusa válida para no dedicarte las caricias de cada día.
Te prometo también correr a tu encuentro después de cada día de duro trabajo, pues sé que me esperas con ansia.
Prometo ser responsable con tu cuidado, vigilarte con mimo y cariño, asegurarme de que tu salud es tan buena como debe de ser. Y, cuando seas viejita, si no puedes subir sola al sofá, yo te ayudaré, y jamás, jamás, te abandonaré.
Prometo que mientras yo tenga un techo en que cobijarme tú también lo tendrás, y, si algún día, por los vaivenes de la vida me faltara, nos acurrucaremos juntos en una esquina.
Prometo que mientras haya un plato en mi mesa, habrá comida en tu cuenco.
Porque Tú eres el primer miembro de nuestra familia, un pedacito insustituible de mi existencia.
Jamás unas vacaciones, una mudanza, ni nada parecido, me harán dejarte abandonado. Jamás habrá excusa, económica, ni de salud, que me aparte de ti.
Habrá quien crea que estoy loca, que solo eres un perro, como dicen algunos, lo que ellos no saben es que son unos pobres desgraciados, qué no conocen el amor de verdad e incondicional.
Tu pelo huele a hogar, tu respiración ruidosa y comunicativa suena a lealtad y amor, tus gruñiditos cuando jugamos son el sonido de la felicidad, y las cosquillitas que provocan tus lenguetazos cuando te acercas con amor, son la mejor caricia que se puede recibir.
Por más malo que sea el momento, por más dura que sea la caída, siempre, consigues sacarme una sonrisa. Tus andares graciosos por la casa, tus movimientos torpes cuando intentas cazar tu muñeco, me hacen reír. Me encanta cuando hablamos y me contestas con tus gruñiditos como si me entendieras. Seguro que si pudieras hacerlo, me darías mejores consejos que los que ofrecen muchas de las personas que conozco.
Caí rendida a ti desde el primer momento. En apenas unos segundos te adueñaste de mi corazón, y, desde que llegaste a mi vida, jamás volví a sentirme sola.
Prometo esforzarme cada día por intentar ser la mitad de buena de lo que Tú crees que soy.
ARA
